domingo, 6 de marzo de 2016

El hogar como lugar de trabajo

"Trabajar es servir, ya sea en una empresa o en el hogar", afirma el prolífico escritor Antonio Vázquez en una reciente entrevista en la revista Hacer Familia.



Esta frase es la que me ha llevado a escribir sobre el trabajo en el segundo caso; en el hogar. Porque es de todos los trabajos el menos reconocido (menos aún remunerado) pero el que encierra el mayor tesoro: dedicarse en cuerpo y alma a la manutención de la familia.

¿El frigorífico se llena solo? ¿La ropa llega por arte de magia al armario, limpia y bien doblada? ¿Las comidas se preparan y recogen como por arte de magia? ¿Y las habitaciones, y los baños, y los mil y un recados que giran en torno al mantenimiento del hogar?

La persona de la familia que trabaja para el hogar (digo persona, pues con la acuciada crisis en muchos casos el rol ha cambiado; trabajando la madre fuera y el padre dentro del hogar) tiene un gran reto por delante. En pleno siglo XXI nos cuesta aun reconocer que el trabajo de la casa es un trabajo más. Aun se oyen frases del tipo: "estás de mujer florero" o "tienes tiempo para hacer lo que quieras"; y un sinfín de afirmaciones que no hacen más que enturbiar la imagen de quien se encarga de lo más valioso que pueda haber.

Cada persona es un mundo. Hay personas a las que se les "cae la casa encima" y prefieren airearse, otras que pueden permitirse estar en casa y cuidar de sus hijos desde que son pequeños, otras que no tienen más remedio y deben trabajar para cobrar un segundo sueldo, otras que no tienen más remedio y deben trabajar en casa pues no hay trabajo fuera que compense su situación (como es mi caso).

Las opciones son infinitas. Todas ellas muy loables. Y pienso que nunca se debe opinar negativamente sobre la opción escogida por otra persona, pues cada una está librando una batalla de la que no tenemos ni idea.

Y si el trabajo del hogar es un trabajo más, debe tratarse como tal por los de fuera (estado, sociedad) y por los de dentro (quien se encarga del hogar y los demás miembros de la familia).

El estado tiene que incentivar este trabajo poco reconocido, pues esas familias nacientes serán los trabajadores del futuro: población activa en toda regla. Y las personas que están al cuidado necesitan sentirse reconocidas y valoradas. 

¿Cómo?

Con ayudas por número de miembros, con cheques escolares, deducciones en renta, etc. En muchos países ya existen ayudas que favorecen el trabajo del hogar. Gran ejemplo el de Suecia, que subvenciona con ayudas mantenimiento y cuidado de la casa.

Y dentro de casa, los miembros de la familia deben valorar el trabajo que se realiza mientras ellos estudian o trabajan. ¿De qué forma? Colaborando para tener la casa limpia y repartiendo tareas.

De esta forma quien se encarga del hogar no lo verá como una carga, sino como un servicio. Y ayudándola el resto de familiares todo será más fácil.

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